Llegó el rescate

Era la crónica de una muerte anunciada. Perdieron un tiempo precioso discutiendo si venía o no la crisis -primero- y si ya estábamos en ella. La España cainita no podía hurtarse a su destino, aún nos resuenan aquellas frases de que "teníamos uno de los mejores sistemas financieros del mundo".

Estaba claro que no nos iban a dejar caer... bueno, rectifico: no iban a dejar caer a la banca española que es quien les debe dinero por una ley elemental: nadie es tan idiota como para desear la ruina de su cliente. Aún así la cosa tiene mucha miga: un crédito cuyo destinatario es el sector privado aunque se haga a través del sector público y que terminaremos pagando nosotros.

A los que nos ganamos la vida poniendo en riesgo nuestro dinero y dando empleo a otras personas nos vendría bien que se nos tratara como a la banca: si hago mal las cosas, abuso, choriceo y meto a la gente en líos no pasa nada porque el Papá Estado no me dejará caer. De mayor me gustaría ser banquero, como el señor Botín, cuyo apellido es toda una fatalidad semántica.

Ahora vendrá la ordalía de la recaudación, de los recortes, de la ruina generalizada con tal de devolver el crédito que la banca va a utilizar como le dé la gana y no para actividades que promuevan empleo. Vienen subidas de impuestos, directos e indirectos, el combustible a precio de un buen Burdeos y con los políticos cumplidos porque se han bajado un 5 por ciento los sueldos cuando a muchos los ingresos nos han disminuido un cincuenta por ciento o más y a otros, maldita sea, el cien por cien.

Creo que ya lo he dicho: 445.000 cargos públicos, 300.000 más que Alemania que es un país rico y productivo. Como decía hoy un gran maestro de yoga en una entrevista, mejor no dar la mano a los políticos por si se quedan con algún dedo.